
No hay crónica. Porque no hubo debate. Fue un monólogo de cada uno, en el que cada cual soltó su rollo particular: el que todo el mundo conoce. Para este viaje no se necesitan alforjas.
Quedaron claras, o al menos precisadas, algunas cosas: que Pedro Sánchez no quiere saber nada de Podemos y que no tiene intención de llegar a pactos con la izquierda, que Vox es la derecha recalcitrante, católica, xenófobas, homófoba, centralista, autoritaria, intransigente y totalitarista que se suponía y que los otros dos son, uno lo que fue siempre, la derecha que quiere acercarse al centro sin conseguirlo, porque no lo es, el PP, y el otro un palmero que no sabe qué hacer ni que decir para hacerse un hueco en la politica, salvo sacar cartulinas de colores que iluminen su absoluta incompetencia.
No deja de ser chusco que Casado cuando se habla de la corrupción de su partido, se de mus, desmarcándose del asunto “porque el no estaba en la dirección” en ese pasado, pero cuando se trata de querer apuntarse tantos sí reconozca ese pasado. El señor Casado todavía no se ha enterado de que cuando se asume la dirección de un partido se asume con todas las consecuencias, y una de esas consecuencias es su pasado.
Así estamos. Ante semejante panorama el único que puede salvarse a juicio del que escribe es el representante de Podemos, que lejos de dedicarse a formular promesas, lanzó los retos a los que hay que enfrentarse para que este país cambie de aires y pueda caminar por una senda distinta a la que viene trayendo. La necesidad de abordar la economía de un modo distinto, en especial, ante la amenaza que se nos viene encima de una nueva crisis.
Los españoles de a pie hemos pagado duramente no sólo la dura crisis anterior, sino todas las que han acontecido anteriormente, la de los 70 (llamada del petróleo), la d elos 80, la de los 90 y la de los 2000. Es hora ya de que los costes económicos no recaigan siempre sobre los mismos, Si en las épocas de bonanza las clases privilegiadas son las que más beneficios obtienen, en épocas de crisis deben ser los que más contribuyan al sostenimiento de la sociedad, y no al contrario.
No puede ser que la mayoría se sacrifique para mantener los privilegios de unos pocos.
No se trata de izquierda o derecha. No se trata de poner etiquetas que a nada conducen. Se trata de defenfer un estado social que beneficie a todos. Mantener una Sanidad Pública de calidad, una Educación Pública con garantías, un régimen democrático que permita el desarrollo de las libertades y salvaguarde los recursos públicos de los mangantes, que impida la manipulación y garantice que La Justicia se comporta fiel a sus principios de igualdad.
Eso, ayer se vio, sólo tiene interés de llavarlo a cabo Podemos. Los demás se perdieron en verborrea barata, en el conflicto de Cataluña y en promesas de bajadas de impuestos, sin explicar cómo se puede mantener un Estado con una disminución en sus ingresos cuando planea sobre nuestra cabeza el presagio de una crisis. Un esperpento de cuatro derechas.